Esta es la historia de cómo un
pueblo fértil y próspero y que en su momento se encontró a la cabeza del mundo,
pasó a convertirse en un pueblo eternamente maldito. Dicen que lo difícil en
esto de los dominios no es llegar a la cabeza, sino mantenerse en ella, y eso
es lo que le sucedió al territorio conocido como Magnesia.
En la actualidad Magnesia es un
territorio servil a las órdenes de sus territorios vecinos que ostentan una
posición dominante que ya alcanza el orden de los siglos. En estas tierras ya no
quedan apenas vestigios y recuerdos de lo que en el pasado fue, de hecho, poca
gente conoce la historia de su propio país, la incultura, el oscurantismo y la
religión campa a sus anchas en este territorio atrasado y bárbaro. Nadie que no
conozca su historia previamente podría tan siquiera intuir que Magnesia en el
pasado fue la mayor potencia conocida sobre la faz de la Tierra.
Sus habitantes, más que personas,
individuos, no presentan la menor distinción moral o racional, esta es la única
forma en que puede explicarse que a diario se maten entre sí, en lo que podrían
clasificarse como dos facciones dentro de un mismo territorio. El robo del
rico, el hambre del pobre, los trabajos infrahumanos son lo normal por aquestas
tierras, y como tal se toman.
Sin embargo, la situación actual
de Magnesia en gran medida no puede achacarse a ningún mandatario,
acontecimiento o hecho reciente, no. Todas estas calamidades vienen de largo, y
el veneno ya lleva siglos corriendo por las venas de sus habitantes de forma que
es prácticamente imposible librarse de él. Los nuevos que vienen a este mundo
en los territorios históricos de Magnesia lo hacen con el veneno incorporado en
su ser, ni en su infancia se libran. El resultado es que el veneno se ha
enquistado y convertido en algo innato y no adquirido.
Cuando Magnesia se alzó con el
cetro de Reino del Mundo fue precisamente cuando su decadencia dio comienzo,
reinaba por entonces un tal Flameo. Creyó este que el poder de Magnesia era
imperecedero y dejo de evolucionar, de avanzar y mejorar y fue este justo
momento en el que este prospero pueblo cayó en desgracia. El rey Flameo así
como sus sucesivos sucesores despilfarraban cual manirrotos la riqueza
acumulada por sus ancestros durante años y que tanto sudor y la más de las
veces sangre había costado a los habitantes de tal tierra. Pero aquellos reyes
no tuvieron a bien revertir las ganancias logradas por su pueblo en los
habitantes del mismo como sí hicieron sus vecinos territorios y en cierta forma
competidores, en su lugar decidieron emplearlo para su ensalzamiento y lujo
personal. La quiebra económica a que aquellos reyes condujeron aún hoy en día
se ve en Magnesia, tan solo hace falta andar por sus calles para verlo y
sentirlo, como un fétido olor que penetrase hasta lo más hondo del ser.
Posteriormente, el rey llamado
Filisteo decidió sumir a Magnesia en el más profundo oscurantismo dando un gran
poder a la religión ladea mayoritaria por aquellos tiempos en la región. Esta
religión tuvo el privilegio de fijar leyes y tribunales, de forma que viendo su
gran poder, buscó su propio beneficio olvidando toda la posible doctrina moral
que ella misma predicaba, o al menos la dejo en un segundo o tercer plano. De
esta guisa es como lograron fijar la norma de que toda persona e incluso animal
en Magnesia debía ser ladeo, quien osase desacatar esta ley supuestamente
divina pagaría su hereje falta con la vida. Bajo este ambiente y dadas las
graves carencias económicas, los ciudadanos de Magnesia no dudaron un instante
en denunciarse por herejía unos a otros a los tribunales ladeos. Las más de las
veces dicha falta era inventada o imposible de probar, y tras de sí se
ocultaban a menudo envidias personales, hurtos o incluso infidelidades. También
se denunciaba debido a la recompensa con la que el tribunal premiaba a todo
aquel que denunciase a los infieles. En este instante una losa cayó sobre
Magnesia y sus habitantes, la losa de la envidia. Los magnesios se convirtieron
en personas envidiosas que en ningún caso podían soportar, y mucho menos
permitir, que al prójimo le fuese mejor que a uno mismo. Además, se convirtió
en un pueblo manchado de sangre, la sangre de sus propios vecinos. La falta de
moral y la envidia fueron detonantes del robo, robos llevados a cabo por
aquellos que no lo necesitan y por tanto injustificables.
La gota que colmó el vaso no fue
otra que la de la incultura. Hubo un momento en su historia en que sus mandatarios pudieron escoger entre la cultura, la innovación y
la técnica para su pueblo, o la religión más conservadora, los métodos
tradicionales y la tontuna. Y claro, como no podía ser de otra forma en este
yermo territorio se continuó con la increíble racha de aciertos transitando el
segundo de los caminos, evidentemente, el que más beneficiaba a la clase
mandataria. Sin embargo, los territorios vecinos cuando tuvieron la oportunidad
no obraron de igual forma, por el contrario y por diferentes causas adoptaron
la ilustración, lo que les permitió crecer intelectualmente, mejorar su técnica
y por tanto hacer avances que mejoraron su vida exponencialmente con el paso de
los años.
En cambio, en Magnesia el veneno
ya estaba fabricado y se servía a grandes dosis a los que por desgracia iban a
nacer en aquella tierra oscura y maldita. Este es un veneno no tangible,
fabricado a base de envidia, oscurantismo, una posición dominante de la
religión en la toma de decisiones y una dosis de incultura aceptada. Cóctel
este que como los buenos vinos mejora con el paso del tiempo hasta el punto de
no existir antídoto. Así, sobre Magnesia se cierne una oscura nube que marca la
maldición de un pueblo que se auto-asesina, en el que la barbarie y la
destrucción son norma y el raciocinio y cultura la excepción y por ello son
perseguidos.
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